Ligado con lo anterior, no beben vino porque no hay locales que inviten a hacerlo. En general son lugares que huelen a caro, a élite y a cierto esnobismo. En las ciudades donde he visto locales abiertos y accesibles; donde he visto precios moderados de raciones, tapas o platillos para acompañar el vino; donde el ambiente y la decoración acompañan a entrar sin miedo a sufrir un sablazo para el bolsillo, hay grupos de jóvenes bebiendo vino. Asociamos el vino a un cierto lujo, a una cierta selección de personas y nos equivocamos. Tampoco hablo estrictamente del concepto “taberna”: hablo de la idea del espacio abierto, donde se puede charlar, donde se puede escuchar música, donde se puede hacer un piscolabis y donde se pueden beber buenos vinos por copas. El vino es alegría, es compartir, es vida y conversación y todo esto forma parte de nuestro ADN cultural. ¡Y no ha cambiado! Si existieran más locales de este tipo, el joven bebería más vino.
No beben vino por el precio. Cuando el precio es barato se asocia a una mala calidad del vino, y estamos muy equivocados. Todos los que nos dedicamos a esto sabemos que podemos hacer buenos vinos, envasarlos de manera económica y ofrecerlos a precios que muchos bolsillos puedan pagar. He hecho la prueba muchas veces. No existe uno solo que haya rechazado un buen vino a precio barato. ¡Y ahora los tienen en su casa!
No beben vino porque ha desaparecido de la mayoría de los hogares en el día a día. No comemos juntos en casa, a duras penas cenamos allí, y los jóvenes no se pueden iniciar viendo y bebiendo lo que sus mayores hacían: consideraban el vino como un alimento más de su dieta y cada día, en cada comida, caían un par de vasos.
No beben vino, porque sus paladares no están hechos para según qué gustos. Es falsa la idea de que cualquier tipo de paladar, también el de los jóvenes, está preparado para beber cualquier tipo de vino. La persona pasa por una evolución en sus gustos y no le gusta todo a cualquier edad.
Invirtamos el concepto: no hablemos del vino que quieres elaborar tú y que te gusta a ti, sino de qué vino quieres hacer para que le guste a un segmento determinado de la población, en este caso, al joven. Las burbujas de segunda fermentación, seguro que son una buena respuesta. Los vinos tranquilos con maceración carbónica o semicarbónica, también lo son. Los vinos con extracciones ligeras y poca y medida o nula madera, también lo son. Los vinos que tienen un alcohol moderado, también lo son. Los vinos que la gente puede identificar con una tierra concreta y un tipo de uva concreto, también lo son. Y etc., etc., etc.
No beben vino porque ha desaparecido de la mayoría de los hogares en el día a día. No comemos juntos en casa, a duras penas cenamos allí, y los jóvenes no se pueden iniciar viendo y bebiendo lo que sus mayores hacían: consideraban el vino como un alimento más de su dieta y cada día, en cada comida, caían un par de vasos.
No beben vino, porque sus paladares no están hechos para según qué gustos. Es falsa la idea de que cualquier tipo de paladar, también el de los jóvenes, está preparado para beber cualquier tipo de vino. La persona pasa por una evolución en sus gustos y no le gusta todo a cualquier edad.
Invirtamos el concepto: no hablemos del vino que quieres elaborar tú y que te gusta a ti, sino de qué vino quieres hacer para que le guste a un segmento determinado de la población, en este caso, al joven. Las burbujas de segunda fermentación, seguro que son una buena respuesta. Los vinos tranquilos con maceración carbónica o semicarbónica, también lo son. Los vinos con extracciones ligeras y poca y medida o nula madera, también lo son. Los vinos que tienen un alcohol moderado, también lo son. Los vinos que la gente puede identificar con una tierra concreta y un tipo de uva concreto, también lo son. Y etc., etc., etc.
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